Te sentas en una mesa, cigarrillos y alcohol de por medio, jugar a morir. Apoyas el revolver y lo haces girar del gatillo, pensas. Te prendes un pucho, quizás sea la ultima vez que el humo entra en tus pulmones, la ultima vez que tu boca se apoya en ese tubito cancerigeno y te acordas de Abril, esa chica que robo tu corazón. La conociste en uno de tus tantos viajes en el tren, todos los días a capital a tu horrible trabajo, pero esa mañana todo cambio. Se subió en San isidro, llena de colores, la miraste te devolvió la mirada y surgió el amor. En Belgrano te animaste a hablarle y le diste tu mail, salieron un par de meses pero cuando termino el otoño, el invierno empezó mucho mas frío para vos, Abril te dejo.
Volves a tu mesa, a tus cigarrillos, a tu alcohol y a tu revolver. Lo agarras, te lo pones en la cien y cerras los ojos, gatillas, la nada. Tenes otra oportunidad te dice el de arriba.
Un problema menos, tomas un largo trago de whisky, estas bajo mucha presión, Ahora Mariano viene a tu mente, tu mejor amigo, un colgado de la vida pero que hoy es feliz. Un día se canso de todo, de su horrible laburo, de estudiar algo que no quería, de saltar de mina en mina (fobia al compromiso decía) y se mando a mudar. Se compro un pasaje y se fue a México. Hoy vive cerca de la playa, labura de vez en cuando y es feliz. Dice que nació solo para admirar la belleza del mundo, y supero el miedo al compromiso hace 2 años que sale con la misma chica.
Que valor el de Marian- decís en tu cabeza. Segunda oportunidad, agarras el revolver pero esta vez te lo pones en la boca, cerras los ojos y gatillas, la nada.
Suspiras, una lágrima te cae por la mejilla. Los hombres no lloran, eso decía tu papa. Pero que equivocado estaba, recordas la lagrima que le callo cuando firmo el papel del divorcio. Claro que el nunca lo reconoció, son esas cosas que todo el mundo sabe pero nadie dice.
En un brote de ira, lo intentas otra vez. Pero ahora debajo del cuello, para que no haya posibilidad alguna de seguir en este mundo. Pensas que la tercera es la vencida, gatillas.
Este relato no tiene un final, es abierto, podes imaginarte lo que quieras. Si estas en un mal día quizás prefieras pensar en que Javier acabo con su vida, proyectas por que después de todo es lo que vos queres hacer con la tuya. Pero en cambio si estas en uno de esos días en que hasta las los semáforos te sonríen elegirás el final feliz: Javier se da cuanta que la vida vale la pena y que hay que seguir adelante.
Yo elijo el de seguir adelante, la vida es demasiado linda como para terminar tan cobardemente. Todos los días son como una ruleta rusa, uno se arriesga sin saber si el tiro va a salir o no, pero vale la pena intentarlo.
